León Ferrari
Artista rebelde, ferviente opositor de las estructuras y el poder eclesiástico, supo cuestionar y denunciar con distintos lenguajes artísticos los horrores de occidente: el holocausto, el genocidio de la dictadura, las guerras, el infierno y sus indecibles padecimientos.
Considerado uno de los cinco artistas más relevantes de América Latina, León Ferrari es una fábrica de creación y producción constante. A los 88 años experimenta exorcizando demonios y preceptos cristianos, con la picardía de un niño travieso en busca de muñequitos e imágenes para nuevas obras.
Versátil y ecléctico, sacó a la luz su costado actoral y participó del rodaje de la película de Mariano Cohen y Gastón Duprat, El artista, con un elenco especial integrado por Alberto Laiseca, Horacio Gonzáles, Sergio Pángaro y Rodolfo Fogwill.
Al abrirse la puerta, reconocemos los enormes anteojos negros y la abundante cabellera blanca; Ferrari nos recibe en su atelier y como buzos inexpertos nos sumergimos en la marea artística.
En la recorrida se encuentran algunas de las obras que escandalizaron a los fervientes católicos y al sector duro de la Iglesia, que pusieron el grito en el cielo por los infiernos desatados en las salas del Centro Cultural Recoleta, en 2004-2005. En aquellos meses, el ataque de ira devino en una carta de repudio escrita por el cardenal Jorge Bergoglio, incidentes en la sala, amenazas de bomba, destrucción de obras, manifestaciones, rezos en la entrada, una misa en desagravio convocada el día de la Virgen, y finalmente la censura.
Cuadros con fotos del Cardenal Bergoglio, collages y escrituras sobre el averno envuelven las paredes. Una congregación de santos, vírgenes y demás figuras pontífices en una tarima responden al título de Monoteísmo. El Papa y un gorila con los brazos en alto, saludándose, aluden al poder eclesiástico histórico que ejerce la institución en temas coyunturales como la penalización del aborto, la desinformación acerca de la sexualidad y la prohibición del preservativo.
Esculturas, maniquíes, cristos que saltan de una tostadora, vírgenes, santos y demás representaciones bíblicas se cocinan en microondas y cacerolas. Otros permanecen atrapados en una licuadora y algunos navegan en un barco en compañía de diablos. El Cristo Redentor ya no custodia desde las alturas a Río de Janeiro, sino que conduce un tanque de guerra. A su lado, un Cristo rubio maneja un fusil.
“El arte puede ser cualquier cosa, es algo que no se explica, depende de la ética del artista, que es un hombre como cualquier otro, con todas sus bondades y maldades. Fijate que el arte que más admiramos es el de Miguel Ángel, Giotto, Rafael y toda esa gente, el arte del renacimiento, y son los que publicitaron los crímenes que cuenta la religión: el diluvio, las matanzas de los israelitas. Los grandes artistas pintaron los grandes horrores de Occidente”, define Ferrari.
¿En qué tipo de arte se enmarca tu obra? Contestatario, político….
En realidad hago dos tipos de obras. Algunas son inofensivas y no atacan a nadie, y otras dan una opinión. El arte es una forma de dar una opinión. En vez de darla en una contestación, la das con el cuadro sobre la Iglesia contra los cardenales como Bergoglio.
¿El arte político sería un arte que no corresponde a lo estético?
Sí, aunque si es arte tiene que tener estética, y a veces la estética y la ética coinciden. El arte y la estética son independientes. Por ejemplo, los artistas que te acabo de mencionar pintan grandes horrores, entonces no coincide la ética con la estética.
La polémica obra Civilización occidental y cristiana (1965) fue censurada y recién expuesta en tiempos de la destrucción de las Torres Gemelas, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Un cristo crucificado en un avión norteamericano FH-107, usado en la guerra de Vietnam, remite al Guernica de Picasso.
A partir de la obra Civilización occidental y cristiana, ¿hubo un quiebre en tu carrera como artista?
Sí, porque yo estaba haciendo cosas completamente abstractas y en el ‘63 hice Los cantos al General, que eran abstractos, una escritura deformada, y en 1964 una serie de manuscritos que eran una crítica al diluvio, y después en 1965 hice el cristo, me lo rechazaron y paré. Hice algunas obras para arte político y recién retomé el arte abstracto en el 76, que ya lo hice para ganarme la vida con el arte, cosa que no había hecho durante todo el tiempo anterior a irme a vivir a Brasil.
Si bien la retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta se censuró y ocasionó una fuerte resistencia, también fue ambivalente, ya que democratizó y masificó tu obra al llegar a más gente….
Con todo lo que salió publicado a raíz de la censura de la Iglesia, creo que la muestra fue un hecho contra la censura y por la libertad de opinión y expresión. Despertó el valor que tiene la libertad de opinión. Si los curas pueden hablar de los castigos a los supuestos pecadores, del infierno, no sé por qué no lo puedo decir yo afuera. En ese tiempo el Cardenal Bergoglio publicó una carta que leyeron en todas las iglesias. Él me hizo la propaganda, por eso cuando me dieron el premio se lo agradecí. En la muestra del Recoleta entró gente y me rompieron las cosas, y la ciudad de Buenos Aires les hizo juicio y cuando lo tuvieron que pagar, el dinero se lo doné a la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), todo lo contrario a lo que son ellos. Me divertí mucho.
¿Sentiste miedo o temor a lo que generó la muestra en cierto público?
Andaba medio disfrazado durante la muestra del Centro Cultural Recoleta, con anteojos oscuros para que no me reconozcan en la calle, pero no pasó nada. Una vez me encontré con una chica y me dijo que había ofendido a su madre, y le respondí que no la conocía, y me dijo que su madre era la Virgen María. Creo que sirvió bastante porque la Iglesia y la religión ejercen gran injerencia sobre nosotros con respecto al sexo, que es sucio, sobre la discriminación a los gays y el antisemitismo. La gente no hace nada, y muchas veces me agradece por la calle. El antisemitismo desde la matanza de Hitler tiene todo el antecedente de esto en los católicos. Que los judíos mataron a Jesús lo dicen en las iglesias hasta el día de hoy. Un libro que tiene todos los versículos de la Biblia y en Semana Santa hay cinco versículos de San Pedro que dicen que los judíos mataron a Jesús.
La Iglesia ha expresado su opinión con respecto al uso del preservativo, el aborto y la unión de parejas del mismo sexo, entre otros temas. ¿No le dan ganas de generar arte que responda a eso?
Lo sigo haciendo. Por ejemplo, el Papa de ahí arriba -señala una obra dentro de un cuadrado de acrílico que estuvo en Arte Ba- se está saludando con un gorila. En Uriburu al 400 hay una tienda que está llena de cosas raras, entre ellas conseguí un monito que le pones un interruptor y toca la guitarra, y cuando uno pasa, se activa. Entonces voy a poner un cuadro grande con el monito arriba del cardenal Bergoglio y cuando uno pasa, toca la guitarra. Te recomiendo esa casa para comprar regalitos.
¿Sigue como miembro de CIHABAPAI, Club de Impíos Herejes Apostatas Blasfemos Ateos Paganos Agnósticos e Infieles?
Continúo participando. Se formó cuando le enviamos dos cartas al Papa, una de ellas pidiéndole que anulara el infierno y soltara a esa pobre gente que tienen ahí, que hace dos mil años que están esperando el juicio. Calculo que deben ser diez mil millones los que está ahí sufriendo y esperando. Entonces le pedí que en vez de ocuparse de mis cosas, se ocupara de esa pobre gente, si yo total me voy al infierno. Hicimos una carta y la firmamos varios artistas.
¿Heredaste de tu padre, Augusto Ferrari, arquitecto y artista plástico, el interés en el arte y la religión?
Mi papá hacía fotos y las pintaba en la Iglesia de San Miguel de Arcángel, una iglesia de por acá. Pero él no era católico. Estudié en un colegio de curas alemanes, desde el ‘33 al ‘37 cuando se estaba preparando el nazismo. Ahí aprendí la amenaza del infierno.
Se levanta y saca un libro que anda por ahí entre los santos, lo abre y se acerca.
Esta es mi madre, y la pintó en la Iglesia de San Miguel.
La foto en sepia retrata a una mujer joven y bella, desnuda, con el pelo largo hasta los tobillos y manos sujetas de una soga que cuelga de un extremo.
¿En esta etapa de la vida, tenés pensado seguir con el arte inofensivo o contestatario?
(Risas). Y, hago las dos cosas. En general inofensivas.
El artista propone una recorrida por los demás espacios del atelier. Aparecen obras realizadas con poliuretano, sospechamos que le divierte trabajar con ese material. Cuenta que es como un “spray que comienza a crecer adaptando formas extrañas”. Hay una escultura que representa a un hombre con un acordeón sobre sus piernas. Delante estalla un hongo gigante en color rojo. Imaginamos que así debe verse una bomba atómica.
En el trayecto, hay que esquivar varias formas raras entre jaulas con animalitos encerrados. Aparecen más y más cuadros. Fotos ampliadas tomadas por su padre cubren una pared que se extiende con soportes de grafías abstractas realizadas en acrílico. Desembocamos en la cocina, alrededor se encuentran varias estanterías invadidas de santos, cristos, diablos con calaveras, cruces y más cruces con víboras, cucarachas, una esvástica centrada en una cruz cuelga de una repisa.
Ferrari relata que muchas de las ornamentaciones que tienen las cruces son de la autoría de amigos que se entretienen jugando cuando lo visitan. También hay un barco habitado por lúgubres personajes cristianos y satánicos. Un diablo macabro encabeza la proa del barco. Abre una puerta que da al patio. Ahí tiene esculturas de tamaños gigantescos, algunas inconclusas que están en proceso de armado. Por los metros que miden y al ser de hierro contrató a Yaya, su colaborador desde hace tres años.
Sentado en un banco de plaza, de repente inquieto, comienza a buscar algo. “Se lo debe haber llevado mi nieta Julieta”, susurra agachado, hasta que aparece un gato gris. “Se llama gato, es sin título”, comenta entre risas. Nos despedimos. Antes de irnos cuenta que en su casa tiene más obras y muñequitos sin estrenar. Queda pendiente una nueva visita.
Por: María Inés Pereita
Fuente: Revista 2010