María Emilia Hendreich. Nostalgia

La palabra nostalgia proviene del griego nóstos, retorno, vuelta y álgos, dolor. Uno de sus sentidos es el del sufrimiento por no poder volver al país natal, y otro, el de la imposibilidad de recuperar algo que se ha perdido. En el país que puede entreverse en las pinturas de Maria Emilia Hendreich, y a pesar de una atmósfera de cotidiana naturalidad, quienes discretamente las protagonizan parecen no exhibir ninguna pertenencia sólida, como si no supieran, o no quisieran saber, si están o no de paso, en tránsito. A la vez, y en un raro efecto de distanciamiento, se tiene la impresión de que un observador clandestino se ha empeñado en dilucidar el carácter de esos personajes según la geografía urbana o suburbana, privada o exterior que los contiene.En reducida serie, fantasmagóricas polaroids de rancia luminosidad, alternativamente nocturnales o diurnas, serían los presurosos apuntes de ese ojo furtivo, huellas asordinadas de un baqueano que se aproxima sigilosamente a su objetivo, pero también someros datos complementarios del disonante acorde territorial que Hendreich nos reserva.

Bajo una lente neutral, se da cita una atomizada asamblea de mujeres jóvenes; a primera vista lucen semejantes y diferentes, pero enseguida aprendemos que se trata de una misma, única Maria Emilia. En cualquier caso, a ella y a todas las afecta un síndrome de extrañamiento que las aisla del propio mundo en el que se hallan inscriptas, donde han sido traídas a una convincente realidad doméstica, para verse simultáneamente abs-traídas, y no porque se sumerjan en la omnímoda conectividad del teléfono celular, o en la pantalla líquida de la laptop: la influencia solapada de algún misterio ha ahuecado su presencia. Tampoco se las adivina inmersas en la introspección, porque a Hendreich no le interesa una eventual densidad subjetiva retratística, ni que hagamos conjeturas emocionales o psicológicas. Estratégicamente, no nos permite familiarizarnos; se clausura toda sospecha de demagogia con el espectador. Aquí, esta primera persona del autorretrato que es también tercera elude el plano cercano, casi nunca mira en nuestra dirección, o tiene su mirada concentrada fuera de cuadro. No nos importa que se encuentre en interiores, en jardines, en fondos o en el Súper; una múltiple criatura intocada, moldeada apenas por una paleta tan rica en matices como fanática en su equilibrio, practica, o actúa, una especie de instante aletargado que es la fuga de sí misma, como si sólo pudiera estar no estando.

De allí quizás la desconcertante inquietud y la inesperada melancolía que impregna estas pinturas, un aire de abandono e indiferencia que se parece a la desolación, y que también cubre a los objetos, a los rincones, a los detalles de anónimas acciones, a los fragmentos texturales o edilicios y a los escenarios vacíos, que en este inventario de ajenidades justamente llaman la atención por fuerza de su anonimato. Maria Emilia Hendreich ha urdido un hierático catálogo de im-personificación existencial, testimonio de ese esquivo y áspero fenómeno, inenarrable y a la vez intensamente material, que es la pura añoranza de un no sé qué extraviado para siempre, sin otra interlocución que la del silencio.

Eduardo Stupia
(Curador de la muestra)
Septiembre 2021

 

María Emilia Hendreich
Nostalgia

Desde el 7 de octubre al 4 de noviembre de 2021
curaduría: Eduardo Stupía

OdA - Oficinas de Arte
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