Mayra Vom Brocke. Recipientes y gatos

Solo son recipientes y gatos, me dijo.
Por Bárbara Golubicki

Tuve un gato hace algunos años. Murió joven, apenas tres años. Se enfermó de un virus que solo tienen los gatos pero no fue eso lo que lo mató. Se dejó morir, dejó de comer, dejó de tomar agua. Esa capacidad tienen y no hay forma de convencerlos. El día que murió creí que se había curado: se levantó y empezó a saltar, a correr de un lado al otro de la habitación. Chocaba contra las paredes y cambiaba de dirección, para volver a chocar contra el radiador, y así. Cada golpe era prácticamente silencioso porque de él solo quedaba piel y hueso. Su cuerpo ya no pesaba. Vi esa motricidad siniestra, esa vitalidad revulsiva, vi el último impulso y murió. No sé si esa energía tiene alguna explicación científica, pero sé que tiene una visualidad y un movimiento.

Las pinturas de Mayra vom Brocke se disponen en un escenario incómodo y mórbido. Sin presencia humana, los gatos ocupan espacios que nos pertenecían. Ahora que nos corrimos, como sorprendidos in media res, congelados en una viñeta pícara, ellos se retuercen sobre autos, saltan molinetes endemoniados, vomitan, toman nuestra cerveza, vuelan y se mimetizan con un murciélago lanzallamas, despedazan pajaritos, se lamen, se relamen, despliegan paletas extrañas. Conviven con recipientes vacíos, pinturas más calmas, más mentales. Bodegones elegantes que no hacen más que estar ahí, a la espera, como signo de una domesticidad cuya presencia encarna un contrapunto. Entre esos polos negativos y positivos, una electricidad que recorre las pinturas, un desconcierto que avanza, frena, choca, cambia de dirección y sigue. Energías contrapuestas como la de ese instante vigoroso antes de la desaparición. Mejoría de la muerte, se llama.

 

Mayra Vom Brocke
Recipientes y gatos

Desde el 2 de mayo al 31 de julio de 2020

Pasto Galería
Pereyra Lucena 2589
Ciudad Autónoma de Buenos Aires