Alec Franco. Harena

En la Antigüedad, se le llamaba Harena – en latín- al tipo de arena que se usaba para absorber la sangre de los combatientes; el ejemplo más famoso es el de los luchadores y gladiadores en el Coliseo Romano. Desde entonces, se suele asociar el término con los espectáculos ante todo, del tipo deportivo o recreativo. Pero el arte no tiene nada de deportivo y menos de recreativo. Si queremos forzar una analogía, diría que la constancia y el trabajo sistemático que demanda el hacer artístico, junto al entrenamiento físico y mental para abordar las obras, así como el placer que puede –eventualmente, no siempre- desprenderse de ese hacer, serían algunas variables posibles para encontrar afinidades. Pero muchas otras veces, la tarea del artista se parece más a un campo de batalla enlodado que a un lecho de rosas y es allí, quizás, donde se cuecen las mejores ideas y donde se generan las obras más interesantes.

Alec Franco se siente a gusto trabajando con el color; obras de gran formato con paleta estridente y donde la aparente figuración se termina perdiendo en una competencia de líneas que se superponen. El acento no está en la relación figura fondo ni en la profundidad, tampoco se busca destacar el plano; la clave está en el color. Tampoco se hacen explícitas las fuentes conceptuales que inspiran los trabajos: es sobre el color donde se apoya el artista para transmitir, gracias a su carga matérica, la fuerza de la obra.

Pensar Harena como un desafío personal de Franco por abordar territorios desconocidos -como plantea la propuesta de la síntesis de la paleta cromática, limitada casi exclusivamente al blanco y al negro-, fue el motor de esta serie donde se plasma una lucha íntima e intransferible por “poder decir” sin apoyarse en la riqueza del color y restringiendo el atiborramiento de información para dar lugar a los vacios. Y digo “casi exclusivamente” porque aparecen aquí momentos de tensión que solamente se pudieron satisfacer saliéndose del camino para reencontrarse con los colores. Ese debate se refleja en las obras: en algunas piezas aparecen colores sutiles que operan como “respiros”, lugares seguros, para luego volver a la angustiante tarea de enfrentar el lienzo en blanco. El objetivo estaba claro: la tela no podía ser abordada de otra manera que no sea dejando de someterla a la dictadura del color.

Harena es la crónica de un momento determinado. Así como Franco pinta impulsos, situaciones que le costarían explicar de otra forma que no sean con abstracciones que coquetean con aparentes figuras reconocibles, en esta oportunidad se propone soportar la monocromía aun cuando el horror vacui intenta colarse en cada trabajo. Aquí lo que nutre, lo que fundamenta todo este corpus de obra, es la predisposición del artista por jaquear aquello que le da seguridad. El resultado es el proceso, el camino, la batalla que pone en cuestión y obliga a defenderse del tirano interior que no soporta ser cuestionado. Los artistas tienen que escapar a la seducción de esa mecedora de lo conocido a como de lugar. Alec Franco se propuso hacerlo sin preconceptos ni otro objetivo que no sea reconocer un territorio incierto con destino final desconocido pero donde el autoconocimiento de sus capacidades y limitaciones, lo enriquecieron con cada pincelada.

Lic. María Carolina Baulo

 

Alec Franco
Harena

Desde el 3 de Agosto al 19 de Agosto de 2017

Galería de Arte Central Newbery
Jorge Newbery 3599
Ciudad Autónoma de Buenos Aires